Las acciones violentas contra la población civil y las vendettas entre cinco grupos armados ilegales, entre ellos tres grupos de narcos pura sangre, mantienen al Chocó como uno de los escenarios más activos de la guerra en el país.
Las acciones violentas contra la población civil y las vendettas entre cinco grupos armados ilegales, entre ellos tres grupos de narcos pura sangre, mantienen al Chocó como uno de los escenarios más activos de la guerra en el país.
Eso es lo que señala una alerta de la Defensoría del Pueblo conocida por ELTIEMPO.COM, según la cual los efectos de la paz con las Farc, cinco años después, siguen sin sentirse en el departamento.
La violencia del Eln y del ‘clan del Golfo’ es la principal amenaza para la seguridad de los chocoanos. Pero tres bandas menos visibles – ‘los Chacales’, en Bahía Solano, y los llamados ‘Colombianos’ y ‘Mexicanos’, en Quibdó- están en pleno enfrentamiento por el control local del microtráfico y las rutas ilegales, y se están disputando también el manejo de la extorsión.
En el Chocó, según los datos de la Defensoría, fueron asesinados 20 líderes sociales en el 2020 y 15 desmovilizados de las Farc. Siete de estos últimos murieron en las calles de Quibdó.
«La situación del departamento es crítica y estamos volviendo a hechos de victimización masivos como los que ocurrían 15 años antes», dice el defensor del Pueblo, Carlos Camargo.
Este año el departamento registra 15 eventos de desplazamiento forzado de comunidades en nueve municipios (11 comunidades indígenas y 4 afro afectadas): en promedio, nueve familias tienen que abandonar cada día sus tierras.
Paralelamente, avanza también la estrategia de confinamientos forzados: en 2021 se han denunciado 94 casos. La mayoría de afectados son miembros de comunidades indígenas (unas 6.600 familias). La situación más grave afecta a las comunidades indígenas de Playa Linda y Puerto Galve.
Las autoridades sostienen que el incremento de las muertes en el área urbana de Quibdó, la capital, está amarrada al plan del Eln para consolidar un frente urbano y que para eso esa guerrilla está cooptando, por plata o bajo amenaza, a delincuentes locales.
A mediados de agosto pasado se reactivó la vendetta entre el Eln y el clan del Golfo, después de casi tres años de tregua en la que se repartieron zonas y rutas del narcotráfico. Combates y asesinatos con sicarios son la expresión de esta nueva situación.
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